miércoles, 4 de noviembre de 2015

Entendí que lo bueno te encuentra cuando dejas de buscarte.



Y me acostumbré a estar sola. 

Hace más de medio año vivía sola, cocinaba sola, iba a comprar sola, paseaba sola e incluso, como nunca hubiera llegado a imaginar, comía sola. Hasta entonces me acojonaba pensar en situaciones así. "¿Comer sola Ángela? Pero si no te callas ni debajo del agua." 
No voy a negar que al principio cuesta, pero le acabas pillando el gustillo a tu propia compañía. Sola en el buen sentido de la palabra, claro. Y es que, estar sola no es tan horrendo y triste como esta mierda de sociedad nos hace creer, no, simplemente forma parte de tu vida aprender a estar contigo, aprender a quererte a ti misma antes de estar preparada para que otros te quieran; y ¿qué mejor manera que pasando un tiempo de yo/mí/me/conmigo? 
Y ayuda, vaya que si ayuda, te ayuda a valorarte como quieres que otros te valoren, y te da que pensar. Yo por fin he comprendido que no valgo tan poco como solíais hacerme creer, y estoy bien, bueno, ¿qué cojones? ¡Estoy genial!
Vivo feliz, y es gracias a que ya no pienso en todos aquellos que se quedaron atrás, pero que antes de irse me jodieron un poco, demasiado, por dentro. He llegado a comprender que hay trenes por los que hubiera llegado a descarrilar, o incluso a tirarme a la vía y ponerme delante, y en el fondo no se merecían ni que comprar su puto y mísero billete de ida. Pero el hecho de que ya los haya dejado ir, me da esperanzas, y pienso, venga, cada día queda uno menos para que sea el adecuado, con el que realice el viaje más largo.
Y tengo ganas, sí, no voy a negarlo, pero estoy tan bien, tan a gusto conmigo, que tendrá que encontrarme alguien muy cabrón para que vuelvan a joderme, o alguien demasiado bueno para que me quite la coraza, porque a mí ya no me engañan, y que lo intenten.

Que si quieres quedarte, siempre hay sitio, pero sin revolver.   

Á

No hay comentarios:

Publicar un comentario