jueves, 21 de julio de 2016

Tormenta de verano


Dejamos de pensar en cosas, de no hacer cosas, y de hablar de cosas; como dejan de caer las hojas de los árboles al asomar el sol en primavera. Fuimos lo que fuimos porque nunca pusimos más empeño en ser ni más, ni menos, como quien se acostumbra a tener sed en el desierto. Siempre te gustó hablar del tiempo, y no de mí; y alardeabas de conocerme, sin saber que yo era tormenta de verano cada madrugada que tú no estabas. Y yo que me empeñaba en pensar que nos sucedería la calma, como a toda buena tempestad, olvidé que dos cuerpos encaprichados en sus diferencias no coexisten sin inestabilidad.
Á