domingo, 10 de noviembre de 2013

Rated R

“Fueron tirando cuatro años de sus reservas de cariño, hasta agotar su capital. Y un día vulgar como
otros tantos el ordinario azul dio paso al rojo más dilatador de la verdad. No había nada a compartir ni un triste beso, que llevarse a los labios más bien secos, vacíos el armario y los cajones de risas de
caricias y te quieros.”

Revólver

He de decir que contigo, mi orgullo lo perdí hace tiempo. Pero me he dado cuenta que “el tiempo pasa y el amor finaliza, y es natural que lo que fue una brasa, acabe convirtiéndose en ceniza”. Para mi sorpresa, has sido tú el que te has ido y no yo la que te dejó, como muchas veces me había prometido hacer.
No esperaba nada de ti, pero lo que sí esperaba, y por así decirlo, sigo esperando es que algún día te duela el hecho de haberme perdido, por lo menos la mitad de lo que me duele a mí, simplemente para saber que de algún modo, alguna vez, te llegué a importar.
Soy débil, siempre lo he sido, y si no te has dado cuenta aún es que nunca me has llegado a conocer bien, y es por ello que situaciones así me desmoronan, porque noto que el cariño que, al menos creo, que doy, nunca lo recibo a cambio. He perdonado mucho, hasta que me han tomado por tonta, he llorado por quien no debía y he callado te quieros que por miedo o inseguridad, se quedaron en el aire. Pero aún así, aquí estoy, como siempre, yo, intentando remediar lo que creo que de verdad en estos momentos no tiene remedio alguno.
Intenté darte “todo” lo que podía, demostrarte lo mucho que me importas (porque lo sigues haciendo) y lo dejaste pasar. Me cansé de hablar de amor y de no hacerlo contigo. Así que no esperes que esté bien, aunque yo no espero que te importe, simplemente quiero que sepas que todo lo que teníamos, está roto ahora.
Y es que no puedo esperar ya más de lo que me dura la esperanza. Porque como decía Sabina “a este ruido, tan huérfano de padre, no voy a permitirle que taladre un corazón podrido de latir”. Así que lo único que quiero que sepas y que tengas siempre en mente es que dudo que alguien te quiera como lo he hecho yo. Y si, sin embargo, me equivoco y sí que hay alguien que lo hace, mi consejo es que no la pierdas como me has perdido a mí.

“No era amor, era demasiada soledad acumulada. Demasiadas noches, ya he perdido la cuenta, en la que las horas pasaban demasiado lentas y tenía la sensación de que moría muy deprisa. No era amor, era que había visto demasiadas películas románticas de esas en las que todo, al final, le sale bien al protagonista; pero las cosas no fueron así, aunque hubiese sido bonito. No era amor, era la forma que tenía de esperar algo de la vida. Ya sabes, piensas: "Algún día llegará alguien que le dará sentido a todo", y es como una espina que te clavas, mientras pasa el tiempo, y mientras miras el reloj de reojo, consumiéndote. Tic, tac, tic, tac, como la banda sonora de un desastre. No, no era amor, era cualquier cosa menos eso, porque el tiempo nos curó de aquello. Sí, nos curó, porque dolía, como una mala postura, pero a la hora de vivir. Nos curó de la obsesión que teníamos por abducirnos, como si quisiéramos que el otro fuese más nosotros mismos que nosotros. Como si tú quisieras que yo fuese más tú que tú misma, y como si yo quisiera que tú fueses más yo que yo mismo. No sé si me explico. Era una obsesión dañina, que lo jodía todo, como si hubiésemos rociado con ácido los esquemas de nuestra vida. No sé cómo coño pensábamos sobrevivir a eso. Quizá no lo pensábamos, a lo mejor no tuvimos tiempo de hacerlo, porque fue vernos y dictar nuestra propia sentencia. Nos condenábamos a no sé cuántos días de torturas mutuas, hasta que el cuerpo resistiese, lo malo es que nuestro orgullo nos llevó a resistir demasiado. Y ya estábamos muertos cuando nos despedimos. Tan muertos que ya no parecíamos nosotros. Tan muertos que cuando te fuiste aún pensé en decirte que te quedaras, pero luego me miraba las heridas, y las palabras se me asfixiaban en la garganta. He de decir que lloraba por las noches, ya no sé si de dolor o porque te echaba de menos. Quizá por ambas, porque cuanto más te alejabas más cicatrizaban mis heridas y, no obstante, más sangraba esa necesidad de siempre. La de no estar tan solo, digo. La de no estar sólo conmigo, porque yo también se arañarme por las noches. Y qué putada.”

Sergio Carrión

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